La camelina (Camelina sativa) es un cultivo oleaginoso de la familia de las Brassicaceae. Se trata de un cultivo de elevada rusticidad y adaptabilidad con capacidad de producción en zonas con baja precipitación y puede constituir una alternativa en Aragón a nuestros secanos áridos, pudiendo integrarse en la rotación y sistema de cultivo de nuestros cereales de invierno con escasas necesidades de insumos.
La Camelina procede del este de los Montes Urales. Fue cultivada en el norte de Europa durante la Edad de Bronce. Sus semillas fueron aplastadas y hervidas para obtener aceite para usos alimentarios, medicina y lámparas de aceite. Se sabe que los romanos usaban el aceite de camelina para masajes o como combustible de lámpara. Se trata de una hierba relativamente común en gran parte de Europa, también conocida como falso lino. Aunque su cultivo estuvo muy extendido en Europa y Rusia hasta 1940, la camelina fue desplazada por los grandes cultivos después de la segunda guerra mundial, gracias a los programas de apoyo que favorecían la producción de grano frente a cultivos oleaginosos. En los últimos años, la producción de camelina se ha incrementado en el mundo.
La planta mide entre 30 y 120 cm de altura; tiene las hojas lanceoladas y su fruto es una pequeña silicua que alberga entre 8 y 15 semillas que poseen entre un 33 % y un 42 % de aceite. Las semillas son de pequeño tamaño. El peso de las 1.000 semillas está entre 0,8 y 2 gramos.
El cultivo de camelina presenta una gran resistencia a la sequía y heladas, y con necesidades moderadas de fertilización. Sus principales ventajas son:
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Robustez: altamente resistente al frío y a la sequía.
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Ciclo: cultivo anual de ciclo corto.
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Tecnología: cultivo mecanizado con maquinaria convencional.
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Inversión: bajo coste de producción. Fertilización moderada.
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Terrenos: terrenos de barbecho y en rotación con cereales.
Los productos obtenidos a partir del cultivo de camelina (aceite y harina) presentan una solución “sostenible y viable a corto plazo” tanto para la industria de los biocombustibles como para el sector de la alimentación animal. Su aceite vegetal se puede emplear en la producción de biocombustibles para el sector automoción (biodiesel) como aviación (bioqueroseno). Estudios llevados a cabo en Estados Unidos apuntan a que la elaboración de biodiesel y bioqueroseno para aviación a partir de su semilla puede conseguir una reducción de emisiones de CO2 superior al 80%. Por otro lado, la harina de camelina, rica en proteínas, puede emplearse en diferentes dietas de alimentación animal: ganado vacuno y porcino, aves de corral para carne y producción de huevos, y peces.
La camelina constituye una excelente alternativa para terrenos de secano en desuso o con bajas productividades, terrenos de barbecho, así como cultivo de rotación con el cereal tradicional. La camelina se acoge a derechos de Pago Único (PAC), y se puede igualmente asegurar su cultivo en Agroseguro.
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