La obtención de una nueva variedad es una obra de creación original, ya que debe ser distinta a las ya existentes y aportar un mayor valor a los agricultores y a la sociedad en su conjunto.
El trabajo de seleccionar nuevas variedades dura una media de diez años. Para entonces, la inversión puede superar el millón de euros. Los investigadores observan las características de sus diferentes fuentes de genética y hacen cruces entre líneas para buscar estas características deseadas. Por ejemplo, tras realizar una serie de cruzamientos, en el primer año de trabajo se analizan unas 1.000 líneas descendientes de dichos cruzamientos y en el segundo año 20.000, y tras diez años de trabajo se obtiene una variedad en el mejor de los casos.
Una vez realizado estos cruces, se tiene que ver en ensayos de campo en diferentes países y varios años si este cruce nuevo se adapta bien a las condiciones agroambientales. Los obtentores buscan nuevas variedades con características mejoradas en cuanto al rendimiento, la calidad del grano, la resistencia a enfermedades, parásitos y la adaptación a las diferentes condiciones agroambientales (ciclo, resistencia a sequía, y otras características).
El trabajo de los multiplicadores de semilla certificada ha sido crucial en los últimos años para poner en manos del profesional de la agricultura las variedades más rentables.
Grupo Borau, empresa con sede en Huesca, dedicada a la comercialización de cereales, fertilizantes, fitosanitarios, semillas y gasóleo, y que además ofrece servicios de almacenaje, selección de cereales y multiplicación de semilla certificada, produce en su centro de selección semilla certificada de muy alta calidad.
Los multiplicadores ofrecen al agricultor una amplia oferta para que pueda hacer siembras a la carta para todo tipo de tierras. Esto maximiza la producción, puesto que no todas las variedades sirven para todas las parcelas.
Los costes de la semilla certificada son una inversión que es rentable. La siembra es la base de una buena producción. De nada sirve aplicar el mejor abono y los mejores fitosanitarios, porque si la semilla no es de buena calidad, tampoco lo será la cosecha.
El agricultor profesional debe sembrar certificada ya que el coste de la semilla no llega al 15% de los gastos absolutos, y es lo que más relevancia tiene en la producción y en la calidad. No merece la pena correr riesgos por un pequeño incremento en el precio. Además, en el caso de que hubiera alguna incidencia el agricultor podría reclamar.