Es la esencia del artículo escrito por Joaquín Olona, decano del Colegio Oficial de Ingenieros Agrónomos de Aragón, Navarra y País Vasco, y que ha publicado iagua. En él apunta que “la asignación de agua a la agricultura a través del regadío es imprescindible para que el complejo agroalimentario aporte la productividad y la competitividad que requiere nuestra economía“.
Joaquín Olona recuerda las principales cifras del complejo agroalimentario español, configurado por la agricultura, la agroindustria, la distribución y la amplia gama de actividades directamente vinculadas. Supone el 8,4 por ciento del Producto Interior Bruto (PIB) y 2,3 millones de empleos.
Añade que, “con un importante superávit comercial, la agroalimentación resulta clave para la buena marcha de nuestra balanza exterior, y está jugando un papel determinante en la lucha contra la crisis y la recuperación económica“.
Publicamos un extracto del artículo de Joaquín Olona, centrándonos en lo que hace referencia al agua y el regadío:
“El aumento de la producción agroalimentaria, que en España depende esencialmente del regadío, contribuye al crecimiento económico, a la mejora del saldo comercial y, con ello, a la creación de empleo. Pero exige aumentar la asignación de agua, no reducirla.
La asignación de agua a la agricultura a través del regadío, aún mejorando la eficiencia, es imprescindible para que el complejo agroalimentario aporte la productividad y la competitividad que requiere nuestra economía.
No es cierto que carezcamos del agua demandada por nuestro complejo agroalimentario y consiguiente contribución al crecimiento económico y al empleo que tanto se necesita. Lo que no tenemos es la política adecuada para aprovechar unos recursos hidrológicos muy irregulares temporal y espacialmente, que lo serán todavía más como consecuencia del cambio climático.
Tampoco contamos con la política necesaria para defender los regadíos y las obras hidráulicas en función de su interés general expresamente declarado y de su contribución a la competitividad.
El vigente paradigma del ahorro en términos absolutos es un objetivo cuestionable. Es la eficiencia, en el contexto de las cuencas, lo que debe importar. Pero, sobre todo, debe ponerse el énfasis en la reducción de la carga contaminante (pesticidas, nitrógeno y otros nutrientes) de los retornos al sistema hidrológico, una medida imprescindible para mejorar la calidad ecológica de las masas de agua, que es el verdadero objetivo de la Directiva Marco del Agua. Mejorar la eficiencia y reducir la contaminación no es incompatible con una mayor asignación de agua al regadío.
Lo que es incoherente es hacerlo sin el desarrollo de las infraestructuras hidráulicas de regulación y transporte contempladas expresamente en los planes hidrológicos, declaradas de interés general, dotadas de declaración favorable de impacto ambiental e incluidas en pactos políticos que se incumplen como ocurre, por ejemplo, con el Pacto del Agua en Aragón.
No tenemos la política adecuada para aprovechar unos recursos hidrológicos muy irregulares temporal y espacialmente.
Durante los próximos años España no sólo tendrá que liderar el crecimiento económico en la Unión Europea. Atendiendo a su rico patrimonio y acervo institucional así como a sus condiciones geográficas e hidrológicas específicas también debería liderar la innovación institucional que exige la gobernanza del agua del siglo XXI.
Porque sin este liderazgo difícilmente podrán asignarse los recursos que necesita nuestra economía y que nos ofrece nuestra hidrología, que es desequilibrada e irregular pero no tan pobre y cuantitativamente amenazada como algunos se empeñan en remarcar“.
Fuente: diariodelcampo.com