El uso de agua para riego se ha reducido en alrededor de un 14 por ciento de media al año, al pasar de un consumo total de casi 17.000 hectómetros cúbicos a aproximadamente 14.500 hectómetros anuales en la actualidad. El porcentaje es en muchas zonas regables superior al 25 por ciento según datos del INE recogidos por la Federación Nacional de Comunidades de Regantes (FENACORE).
La Federación atribuye este descenso al proceso de modernización de regadíos que han llevado a cabo los regantes en colaboración con las administraciones públicas, impulsando la transformación de los tradicionales riegos de superficie (por inundación o a manta) en sistemas por aspersión o por goteo.
FENACORE apunta que esta colaboración público-privada representa un giro de 180 grados a la hora de gestionar un recurso tan escaso como es el agua, al representar en términos de volumen una reducción de más de 2.360 hectómetros cúbicos anuales, con los que se podrían llenar alrededor de 100.000 piscinas olímpicas. Las comunidades de regantes españoles añaden que estas cifras desmontan la imagen que determinados sectores de la sociedad tratan de transmitir a la opinión pública acerca de la gestión y uso que los regantes realizan del agua en España, tildándoles de despilfarradores y pidiendo alternativas al regadío intensivo.
FENACORE incide en el mensaje que lanzan organizaciones internacionales como la FAO, en el sentido de que para el año 2050 la agricultura deberá elevar su producción en un 60 por ciento en general y en un cien por cien en los países en vías de desarrollo. Y recuerda que esto sólo será posible con el regadío que, aunque únicamente representa el 15 por ciento de la superficie agraria útil, aporta el 60 por ciento de la producción final, ya que produce hasta seis veces más que el secano.
El regadío y el medio ambiente
En el marco del Día Mundial del Medio Ambiente (este pasado 5 de junio) desde FENACORE se apunta que la agricultura de regadío ejerce toda una serie de externalidades positivas sobre el medio ambiente, a través de la aportación de oxígeno a la atmósfera, la reducción de la erosión y desertización del suelo, y la actuación de los cultivos como auténticos sumideros de CO2 atmosférico, teniendo en cuenta que en Europa esta biomasa absorbe alrededor de un 12 por ciento del CO2 que las industrias emiten.
Andrés del Campo, presidente de FENACORE, concluye así: “Los agricultores somos los primeros interesados en la conservación y el cuidado del medio ambiente. Se puede decir que somos los mayores ecologistas del planeta, por la sencilla razón de que vivimos del medio natural y en el medio natural. De su conservación depende el modus vivendi de nuestros descendientes, que son las generaciones futuras”.
Fuente: diariodelcampo.com