Por lo general, se describe a las malas hierbas como plantas que crecen en un lugar no deseado y además su presencia representa un perjuicio económico. En general, son plantas que crecen en medio de los cultivos y que compiten con ellos por el agua, el espacio, la luz y los nutrientes reduciendo de esta forma su rendimiento.
Las plantas que actúan como malas hierbas son plantas muy competitivas, con una gran capacidad de adaptación a condiciones adversas y un rápido crecimiento. Son supervivientes acostumbradas a colonizar rápidamente suelos desnudos y por ello son tan difíciles de eliminar.
Las principales características de las malas hierbas son las responsables de su gran capacidad de supervivencia y de su competitividad frente al cultivo:
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Tienen una alta variabilidad genética que les confiere una gran capacidad de adaptación.
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Producen una gran cantidad de semillas con adaptaciones que favorecen su diseminación. Sus semillas se mantienen viables en el suelo durante muchos años.
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Se reproducen con mucha facilidad a partir de órganos vegetativos como rizomas y estolones.
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Son menos susceptibles a plagas y enfermedades que los cultivos.
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Germinan fácilmente y muchas veces con menos requerimientos de humedad y temperatura.
Las malas hierbas son plantas muy competitivas y si se las deja crecer sin control pueden llegar a perjudicar a los cultivos. Por eso, aunque el objetivo nunca es erradicarlas, siempre se deben mantener unos niveles de poblaciones bajos para evitar los posibles efectos negativos sobre los cultivos. Los principales problemas que pueden causar las malas hierbas son:
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Compiten con las plantas del cultivo para obtener luz, agua y nutrientes del suelo, reduciendo así los rendimientos y la calidad.
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Pueden dificultar el laboreo, algunas labores culturales como el riego y la cosecha.
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Pueden proporcionar un hábitat propicio para las plagas y enfermedades desde donde éstas pueden atacar al cultivo.
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La presencia de malas hierbas en el forraje o de semillas de malas hierbas en la cosecha de cereales disminuye su calidad.
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Un exceso de malas hierbas puede contribuir a crear un microclima favorable para el desarrollo de enfermedades producidas por hongos.
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Algunas malas hierbas son venenosas y su presencia en los pastos puede representar un peligro para los animales que pastan. Además, algunas malas hierbas como la menta silvestre o al amapola pueden afectar a las micorrizas de las plantas cultivadas.
La práctica del monocultivo y el uso sistemático de herbicidas ha contribuido a la selección de malas hierbas cada vez más adaptadas y resistentes. Conocer algunos aspectos relacionados con su biología y con la dinámica de las poblaciones de malas hierbas es básico para poder planificar un buen método de control. De otra forma se puede estar fomentando su propagación y su reproducción el lugar de limitarla.