Buenas prácticas agrícolas y que acompañen los elementos. No hay más. Hay que obtener rendimientos en torno a los 3.000 kilos para salvar los muebles. En principio, la evolución de la campaña es satisfactoria en Aragón, si bien la mirada está puesta permanentemente en los precios (demasiado ajustados y con el handicap de precios elevados en los insumos).
Todavía tienen algunos agricultores stocks de cereal de invierno de la campaña pasada. No es la mejor situación.
Mirando a la actual temporada la lluvia llegó en el mejor momento. Muchos agricultores habían fertilizado los cultivos y tratado frente a las malas hierbas. El agua (con varias docenas de litros por metro cuadrado) ha hecho el resto para que el verdor de los campos sea el adecuado.
Habrá que estar pendientes en las próximas semanas de patologías como el oídio y la roya. No hay que perder ese verdor y no hay que caer en el amarillo.
Abril y mayo marcan la diferencia para bien o para mal. La cosecha va camino de los citados 3.000 kilos por hectárea (en términos generales, que Aragón es muy amplio y con muchas peculiaridades locales). La primavera y su comportamiento aumentarán ese rendimiento o lo reducirán (cosa ésta última que sería muy poco deseable por lo que hemos dicho de la rentabilidad económica).
Los agricultores están sufriendo unos costes de producción elevados, con precios altos en fertilización, tratamientos y combustible.
Respecto a la diversificación de cultivos, lo que ya se hacía en la práctica ahora se ha convertido en algo oficial. La nueva Política Agraria Común (PAC) exige la rotación de cultivos.
La terna tradicional en muchos puntos de Aragón es cebada, trigo y guisante. En la provincia de Teruel se practica cebada, trigo y girasol. También entran en liza el barbecho y otros cultivos alternativos como centeno, triticale, esparceta, colza, veza,…
Fuente: diariodelcampo.com