La harina ha sido siempre la principal fuente de sustento de las personas, ya que es de la harina de donde se obtiene el pan y la pasta, dos alimentos fundamentales en nuestra dieta. La harina puede proceder del trigo, maíz, cebada, centeno, arroz, avena, mijo, trigo sarraceno, castañas, etc. Respecto a la harina para el pan y para la pasta, el cereal más importante es el trigo, del que se obtiene la harina blanca que procede del trigo blando (Triticum vulgare) y la sémola procedente del trigo duro (Triticum durum).
La diferencia entre el trigo duro y blando reside en el endospermo, que es la parte interior de la semilla. En las variedades de trigo blando, los gránulos de almidón están unidos menos estrechamente a la matriz de la proteína que los trigos duros. Esto se debe aparentemente a la friabilina, pequeña proteína presente en el trigo blando.
Una característica del trigo es la “dureza de rotura” que indica como se comporta en la molienda lo cual está relacionado con el grosor de la pared del endospermo. El trigo duro es el que tiene un contenido celular que está más compactado y hay una fuerte interacción proteína almidón. El trigo blando es aquel cuyas paredes son más finas y su contenido celular y las interacciones son más débiles.
Los trigos blandos son difíciles de tamizar porque se rompen fácilmente y se muele fácil, mientras que el trigo duro, la fuerza tiene que ser mayor, pero tamiza muy fácilmente, el producto desliza mejor y no se compacta.
El trigo tiene diferentes comportamientos lo cual determina una cierta calidad panadera, desde el punto de vista alimenticio y de sus propiedades funcionales. La propiedad funcional que interesa se mide como “fuerza de harina”:
-
Harina débil: bajo contenido y calidad de gluten.
-
Harina fuerte: alto y buen contenido de gluten.